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pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como "el único Bueno",
como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: "Si quieres entrar
en la vida, guarda los mandamientos". Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del
prójimo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu
padre y a tu madre". Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: "Amarás a
tu prójimo como a ti mismo" (Mt 19, 16-19).
2053. A esta primera respuesta se añade una segunda: "Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que
tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21). Esta
respuesta no anula la primera. El seguimiento de Jesucristo implica cumplir los mandamientos. La Ley
no es abolida (cf Mt 5, 17), sino que el hombre es invitado a encontrarla en la Persona de su Maestro,
que es quien le da la plenitud perfecta. En los tres evangelios sinópticos la llamada de Jesús, dirigida al
joven rico, de seguirle en la obediencia del discípulo, y en la observancia de los preceptos, es
relacionada con el llamamiento a la pobreza y a la castidad (cf Mt 19, 6-12.21.23-29). Los consejos
evangélicos son inseparables de los mandamientos.
2054. Jesús recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante ya en su
letra. Predicó la "justicia que sobrepasa la de los escribas y fariseos" (Mt 5, 20), así como la de los
paganos (cf Mt 5, 46-47). Desarrolló todas las exigencias de los mandamientos: "habéis oído que se
dijo a los antepasados: No matarás... Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano,
será reo ante el tribunal" (Mt 5, 21-22).
2055. Cuando le hacen la pregunta: "¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?" (Mt 22, 36), Jesús
responde: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es
el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas" (Mt 22, 37-40; cf Dt 6, 5; Lv
19, 18). El Decálogo debe ser interpretado a la luz de este doble y único mandamiento de la caridad,
plenitud de la Ley:
En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se
resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La
caridad es, por tanto, la ley en su plenitud (Rm 13, 9-10).
El Decálogo en la Sagrada Escritura
2056. La palabra "Decálogo" significa literalmente "diez palabras" (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas
"diez palabras" Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió "con su Dedo" (Ex 31,
18; Dt 5, 22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (cf Dt 31, 9.24). Constituyen
palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Éxodo (cf Ex 20, 1-17) y
del Deuteronomio (cf Dt 5, 6-22). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las "diez
palabras" (cf por ejemplo, Os 4, 2; Jr 7, 9; Ez 18, 5-9); pero su pleno sentido será revelado en la nueva
Alianza en Jesucristo.
2057. El Decálogo se comprende ante todo cuando se lee en el contexto del Éxodo, que es el gran
acontecimiento liberador de Dios en el centro de la antigua Alianza. Las "diez palabras", bien sean
formuladas como preceptos negativos, prohibiciones o bien como mandamientos positivos (como
"honra a tu padre y a tu madre"), indican las condiciones de una vida liberada de la esclavitud del
pecado. El Decálogo es un camino de vida:
Si amas a tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas,
vivirás y te multiplicarás" (Dt 30, 16).
Esta fuerza liberadora del Decálogo aparece, por ejemplo, en el mandamiento del descanso del sábado,
destinado también a los extranjeros y a los esclavos:
Acuérdate de que fuiste esclavo en el país de Egipto y de que tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y
con tenso brazo (Dt 5, 15).
2058. Las "diez palabras" resumen y proclaman la ley de Dios: "Estas palabras dijo el Señor a toda
vuestra asamblea, en la montaña, de en medio del fuego, la nube y la densa niebla, con voz potente, y
nada más añadió. Luego las escribió en dos tablas de piedra y me las entregó a mí' (Dt 5, 22). Por eso
estas dos tablas son llamadas "el Testimonio" (Ex 25, 16), pues contienen las cláusulas de la Alianza
establecida entre Dios y su pueblo. Estas "tablas del Testimonio" (Ex 31, 18; 32, 15; 34, 29) se debían
depositar en el "arca" (Ex 25, 16; 40, 1-2).
2059. Las "diez palabras" son pronunciadas por Dios dentro de una teofanía ("el Señor os habló cara a
cara en la montaña, en medio del fuego": Dt 5, 4). Pertenecen a la revelación que Dios hace de sí
mismo y de su gloria. El don de los mandamientos es don de Dios y de su santa voluntad. Dando a
conocer su voluntad, Dios se revela a su pueblo.
2060. El don de los mandamientos de la ley forma parte de la Alianza sellada por Dios con los suyos.
Según el libro del Éxodo, la revelación de las "diez palabras" es concedida entre la proposición de la
Alianza (cf Ex 19) y su ratificación (cf Ex 24), después que el pueblo se comprometió a "hacer" todo lo
que el Señor había dicho y a "obedecerlo" (Ex 24, 7). El Decálogo no es transmitido sino tras el
recuerdo de la Alianza ("el Señor, nuestro Dios, estableció con nosotros una alianza en Horeb": Dt 5,
2).
2061. Los mandamientos reciben su plena significación en el interior de la Alianza. Según la Escritura,
el obrar moral del hombre adquiere todo su sentido en y por la Alianza. La primera de las "diez
palabras" recuerda el amor primero de Dios hacia su pueblo:
Como había habido, en castigo del pecado, paso del paraíso de la libertad a la servidumbre de este
mundo, por eso la primera frase del Decálogo, primera palabra de los mandamientos de Dios, se refiere
a la libertad: "Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre"
(Ex 20, 2; Dt 5, 6) (Orígenes, hom. in Ex. 8, 1).
2062. Los mandamientos propiamente dichos vienen en segundo lugar. Expresan las implicaciones de
la pertenencia a Dios instituida por la Alianza. La existencia moral es respuesta a la iniciativa amorosa
del Señor. Es reconocimiento, homenaje a Dios y culto de acción de gracias. Es cooperación con el
designio que Dios se propone en la historia.
2063. La alianza y el diálogo entre Dios y el hombre están también confirmados por el hecho de que
todas las obligaciones se enuncian en primera persona ("Yo soy el Señor...") y están dirigidas a otro
sujeto ("tú"). En todos los mandamientos de Dios hay un pronombre personal en singular que designa
el destinatario. Al mismo tiempo que a todo el pueblo, Dios da a conocer su voluntad a cada uno en
particular:
El Señor prescribió el amor a Dios y enseñó la justicia para con el prójimo a fin de que el hombre no
fuese ni injusto, ni indigno de Dios. Así, por el Decálogo, Dios preparaba al hombre para ser su amigo
y tener un solo corazón con su prójimo... Las palabras del Decálogo persisten también entre nosotros
(cristianos). Lejos de ser abolidas, han recibido amplificación y desarrollo por el hecho de la venida del
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